La Cuaresma camino de conversión

El Miércoles de Ceniza, con el tradicional rito de la ceniza, entramos en el clima austero y penitencial de la Cuaresma. Este tiempo litúrgico, que recuerda los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto, constituye para todo bautizado una fuerte invitación a la conversión, para llegar renovados interiormente a celebrar la Pascua, memorial solemne de la salvación.

La Cuaresma nos propone cada año el misterio de Cristo "conocido por el Espíritu al desierto" (Lucas 4, 1). Con esta singular experiencia, Jesús dio testimonio de Su entrega total a la voluntad del Padre. La Iglesia ofrece este tiempo litúrgico a los fieles para que se renueven interiormente mediante la Palabra de Dios, y puedan manifestar en su vida el amor que Cristo infunde en el corazón de quien cree en Él.

La Cuaresma es un camino de conversión en el Espíritu Santo, para encontrar a Dios en nuestra vida. En efecto, el desierto es un lugar de aridez y de muerte, sinónimo de soledad pero también de dependencia de Dios, de recogimiento y retorno a lo esencial. La experiencia del desierto significa para el cristiano sentir personalmente la propia pequeñez ante Dios y de este modo, hacerse más sensible a la presencia de los hermanos pobres. La Cuaresma es el tiempo "tiempo favorable" para una profunda verificación de la propia vida, a la luz de la Palabra de Dios.

La práctica de la Cuaresma data desde el siglo IV, cuando se da la tendencia a constituirla en tiempo de penitencia y de renovación para toda la Iglesia, con la práctica del ayuno y de la abstinencia. Conservada con bastante vigor, al menos en un principio, en las iglesias de oriente, la práctica penitencial de la Cuaresma ha sido cada vez más aligerada en occidente, pero debe observarse un espíritu penitencial y de conversión.

La Sagrada Escritura abarca continuos llamamientos a la solicitud en favor del pobre, porque en él se hace presente Dios mismo: "Quien se apiadad del débil, presta al Señor, el cual dará su recompensa" (Proverbios 19,17). La reveleación del Nuevo testamento nos enseña a no despreciar al pobre, porque Cristo se identifica con él. Jesús "Se hizo pobre" para que nosotros nos enriqueciéramos con su Pobreza (cf 2 Corintios 8, 9). El Hijo de Dios "Se despejo de sí mismo tomando condición de siervo... y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz" (Filipenses 2, 7-8).

En el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, nosotros vislumbramos una luz para cada hombre. El tiempo de la Cuaresma indica un camino para encontrar en la Pascua a Cristo que, dándose como alimento, inspira confianza y esperanza en nuestros corazones.

Que la Cuaresma de este Año Jubilar sea para cada cristiano una ocasión para hacerse pobre con el Hijo de Dios y ser instrumento de Su amor y Misericordia al servicio del humano necesitado.

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Apenas 800 indígenas se habían bautizado, cuando la Siempre Virgen María de Guadalupe, como le pidió al tío Juan Bernardino ser llamada, bajó del cielo para dar consuelo, refugio, auxilio y protección, dejando un mensaje universal de amor, paz y misericordia: "Hijito mío, el más pequeño de mis hijos, es nada lo que te afligió y turbó ¡No temas! ¿No estoy Yo aquí, que soy tu Madre? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿No estás en el hueco de mi manto y en el cruce de mis brazos? ¿No soy Yo acaso la Fuente de tu salud y paz? ¿Qué más te hace falta?