Hoy brillará la luz sobre nosotros porque nos ha nacido un Salvador

Este es el gran anuncio que celebramos los cristianos en la Navidad: Dios con nosotros, la llegada del Emmanuel, Dios está aquí. Pero ¿qué pasa dentro de nosotros cada Navidad? Generalmente el ambiente externo está lleno de adornos navideños, música, celebraciones, luces por todos lados, regalos y felicitaciones; pero en nuestro interior, allí nace la verdadera tristeza o felicidad, es donde tenemos que estar conscientes del gran regalo que Dios ha hecho a la humanidad: enviarnos a Su propio Hijo, Su verbo Jesús. Y de esta reflexión debe nacer la conciencia de que cada Navidad ha de ser un encuentro con el Señor, dejando que Su Luz y Su gracia lleguen hasta el fondo de nuestro ser.

"El Hijo de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros" se unió nuevamente los cielos con la tierra, y Dios quiere una respuesta ante el acontecimiento. La bondad de Dios para nosotros se manifiesta y nos pide contemplar en Belén a un Niño que abre sus ojos a esta bendita tierra de los hombres, haciéndose pequeñito para engrandecernos en convertirnos en la raza de los hijos de Dios. El Señor se vuelve uno de los nuestros, se humilló, se abatió tomando forma de Siervo: Aquel que siendo igual al Padre se despojó a sí mismo en majestad y poder para derrochar plenamente bondad y misericordia.

Esa noche se cantaba: "Gloria a Dios en las alturas y Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad" (Lucas 2, 14). El gran secreto era y es hoy gritando a los cuatro vientos. Los hombres debemos tener a Dios en primer lugar en nuestras vidas, y partiendo de Él, ordenar los afectos, quehaceres, intereses y proyectos, para alcanzar la paz.

Recordemos que sin Jesús no somos nada, aprovechemos esta época de Navidad para pedir al Señor que sea Él quién nos guíe. No olvidemos de leer la Sagrada Escritura y meditar las lecciones que nos da Jesús desde Nino; Él envuelto en pañales, recostado sobre un pesebre es el único guía de nuestras vidas; Él es el Rey que ha llegado para servir y entregarse a cumplir la voluntad del Padre, desde el pesebre hasta la cruz.

En este mundo, en el que reinan la presunción y el orgullo, el poder y el egoísmo; en el que el hedonismo y la cultura de la muerte quieren enterrar sus raíces más profundas, ¿dónde buscar respuesta? En el sencillo misterio de la Navidad. Jesús María y José nos muestran el camino que conduce a la paz, que sólo en Dios se puede hallar. Recordemos que sin Jesús no somos nada, aprovechemos esta época de Navidad para pedir al Señor que sea Él quien nos guíe.

Alcemos nuestros ojos para contemplar a María, la Madre que dice: "Hágase" entregándose a la voluntad de Padre, dando a la humanidad, la noche de Navidad, lo más querido, el Fruto de Su vientre: Jesús hecho hombre, para que los pastores lo adoraran, los reyes lo buscarán y los hombres encontrarán en Él la salvación. María es la Madre humilde y serena que supo escuchar, meditar, hablar, callar, cuidar y amar a Jesús como nadie más lo ha hecho.

Miremos a José, el hombre justo, desinteresado y amoroso que acoge a María que no cuestiona tan sólo escucha, y a quien el mismo Dios, a través de un ángel le revela el misterio de la Virginidad y la Maternidad Divina.

La Sagrada Familia es el sitio en el que cada uno, cumpliendo fielmente su misión, nos enseña con sencillez y frescura como vivir en el amor. ¡Cuánto necesitamos las familias aprender de esta Sagrada Familia a vivir unidas en el amor! ¡Cuánto necesita el mundo que anhela la paz, volver su mirada a la Sagrada Familia de Nazareth, y seguir su ejemplo!

Comencemos por aquellos seres que Dios en su designio marcó como nuestra familia, los que llevan nuestra misma sangre para buscar la unión y la fraternidad en esta época Navideña. Así, verdaderamente estaremos tratando de vivir el misterio de Belén. Cada hogar cristiano debe ser un remanso de serenidad, en el que por encima de las contrariedades diarias se sienta un cariño hondo y sincero; un sitio en el que se viva la tranquilidad que es fruto de la fe y el amor.


Oración para rezar en familia en Nochebuena

Querido Padre, Dios del cielo y de la tierra:
En esta noche santa te queremos dar gracias por tanto amor. Gracias por nuestra familia y por nuestro hogar.
Bendícenos en este día tan especial en el que esperamos el nacimiento de Tu Hijo. Ayúdanos a preparar nuestros corazones para recibir al Niño Jesús con amor, con alegría y esperanza. Estamos aquí reunidos para adorarlo y darle gracias por venir a nuestro mundo a llenar nuestras vidas.
Hoy al contemplar el pesebre recordamos especialmente a las familias que no tienen techo, alimento y comodidad. Te pedimos por ellas para que la Virgen y San José les ayuden a encontrar un cálido hogar.

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Recordemos que "mediador" es alguien que se pone entre las partes para ayudar a unirlas. Por lo tanto, si Nuestra Señora Madre de Jesucristo-Dios y Madre de todos al pie de la cruz, intercede para unir a Su Hijo con todas las almas, entonces podemos llamarla con toda razón Mediadora.
En este día, recordamos que María es una obra maravillosa de Dios. Concebida sin pecado original, el cuerpo de María estuvo siempre libre de pecado; era totalmente pura.
El valor de la familia va más allá de momentos de alegría y de apoyo en los momentos difíciles, ya que es en el núcleo familiar donde se cultivan los valores y se crean vínculos afectivos de respeto, lealtad y cariño.